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Variables para análisis de impulsores de cambio

Las variables explicativas para el análisis de impulsores de cambio se dividieron en dos grandes categorías: (i) variables del sector agropecuario y (ii) variables socioeconómicas y ambientales.
Después de realizar el análisis estadístico de las variables explicativas, se identificó que 11 de éstas mostraron una relación estadísticamente significativa con los procesos de deforestación en Quintana Roo, tal y como se muestra en el siguiente diagrama.
Este diagrama se puede dividir en tres grupos de variables.
• En el grupo color beige, están aquellas variables que, a menor intensidad o magnitud, incrementan la deforestación (por ejemplo, a menor distancia de los hoteles, aumenta la deforestación).
• En el grupo color rojo, están aquellas variables que, a mayor intensidad o magnitud, incrementan la deforestación (por ejemplo. mayor densidad agropecuaria, aumenta la deforestación). • Por último, en el color gris se agrupan aquellas variables que, a mayor magnitud/intensidad de éstas, detienen la deforestación (por ejemplo, mayor manejo forestal en una zona, menor deforestación).

¿Qué impulsa la deforestación?

Una de las variables que impulsan la deforestación es la presencia de actividades agropecuarias (densidad agropecuaria), ligada a la dinámica productiva de maíz y caña de azúcar (rendimientos). Asimismo, variables como la cercanía a zonas agrícolas azucareras con altos rendimientos, así como, zonas de maiceras están fuertemente ligadas a procesos de cambio de uso de suelo. Cabe señalar que, aunado a estos cultivos, algunos cambios de mínima extensión y con una distribución espacial dispersa en la cobertura terrestre identificados con el sistema SAMOF, pudieran estar asociados a la Milpa Maya, lo que propiamente no estaría vinculado a un proceso de deforestación, ya que se trata de áreas que por generaciones han sido parcelas agrícolas bajo un sistema de producción basado en prácticas cultivo descanso-cultivo, generalmente de 3-12–3 años, respectivamente. Este sistema, propicia la generación de vegetación secundaria o acahuales durante los años de descanso, para posteriormente, aprovechar la materia orgánica generada y trabajar la parcela otros 3 años. Para el año 2003, con datos del SAMOF se estimó que existían 135, 970 ha de superficie de tierras agrícolas, cuyo incremento ha sido constante hasta alcanzar las 151,576 ha en el 2018. Este incremento en la superficie agrícola, originado principalmente por el avance de la siembra de cultivos agroindustriales, muestra una tendencia que va al alza.
Tendencia en el incremento de la superficie agrícola en Quintana Roo (Elaboración propia con datos del SIAP, 2019)
De acuerdo con los cambios observados con datos del sistema SAMOF, del 2003 a las 2018 88,576 hectáreas de selvas pasaron a terrenos agrícolas, mientras que 71,053 hectáreas de selva fueron convertidas a pastizales. Siendo el periodo de 2011-2014 donde se presentó la mayor tasa anual de deforestación: 16,332 ha/año. En el caso de la agricultura, concretamente el cultivo de la caña de azúcar ha sido uno de los principales impulsores a la deforestación. La superficie cultivada en el estado pasó de 25 mil hectáreas en el 2014 a 34,220 hacia el 2018. Este crecimiento de la superficie cultivada de caña de azúcar ha estado incentivado por la tendencia de incremento en los precios medios rurales de la caña de azúcar en el estado de Quintana Roo, los cuales se han incrementado alrededor del 105%, pasando de $364 pesos en 2014 a un precio medio rural de $784 para el año 2018.
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Tendencia de superficie cultivada de caña. (Elaboración propia con datos del SIAP, 2019)
Otro importante impulsor de cambio identificado en la región es la actividad porcícola, que si bien en el estado de Quintana Roo esta actividad se da en menor magnitud comparada con la del estado de Yucatán, en los últimos años, ha tenido un importante auge incrementado la instalación de granjas porcícolas en las localidades de Mayabalam y Salamaca, sin una distribución adecuada de su infraestructura respecto a esquemas territoriales de gestión ambiental, que hacen explícita la incompatibilidad de la actividad y las contribuciones a la naturaleza que ofrecen las selvas. Por ejemplo, a nivel de toda la península de Yucatán se identifica actividad porcícola en áreas naturales protegidas y en sitios prioritarios para la conservación de diversidad. Además, desde hace varios años se ha documentado sobre la contaminación del agua subterránea asociada a dicha actividad (Druker et al., 2003).
Dentro de las variables socioeconómicas, otros impulsores de deforestación identificados son la cercanía a unidades económicas agropecuarias (i.e. industrias o empresas relacionadas a las actividades agrícolas o pecuarias) y hoteles, así como a la accesibilidad asociada a las localidades.
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Estas dinámicas han estado relacionadas con la incidencia de cambio de uso de suelo, derivado de un acelerado crecimiento urbano y turístico. Con base en las mediciones del sistema SAMOF, se estima que en el intervalo del 2011 al 2018 hubo una expansión de asentamiento humanos a costa de selvas del orden de 7,963 ha en la contigüidad de los principales destinos turísticos del estado, siendo Isla Mujeres, Playa del Carmen, Alfredo V. Bonfil y Su Anexo, Leona Vicario, Sabán y Anexo, Puerto Morelos y Tulum, los destinos con mayores procesos de crecimiento urbano.

En resumen, las variables que impulsan la deforestación es la presencia de actividades agropecuarias (densidad agropecuaria), ligada a la dinámica productiva de maíz y caña de azúcar (rendimientos). Asimismo, variables como la cercanía a zonas agrícolas azucareras con altos rendimientos, así como, zonas de maiceras están fuertemente ligadas a procesos de cambio de uso de suelo.

¿Qué acciones detienen la deforestación?

El análisis arrojó que la presencia de actividades de manejo forestal, principalmente a través del aprovechamiento forestal maderable autorizado por la Secretaría de Ambiente y Recursos Naturales (SEMARNAT) se relaciona positivamente con una contención de procesos de deforestación para el periodo de estudio. Con datos del SAMOF, aun cuando se registraron cambios en los predios con permiso de aprovechamiento forestal en el periodo de análisis, estos fueron de una extensión mínima, pues corresponden a aproximadamente el 0.005% de la superficie total bajo manejo.
Históricamente, la actividad forestal ha sido parte de la economía local en Quintana Roo, así como un catalizador de empoderamiento comunitario a través del manejo forestal comunitario y la promoción de una restauración integral del paisaje, cuyas buenas prácticas se articulan con planes de manejo y manifestaciones de impacto ambiental, la creación de organización en sociedades civiles por parte de los productores forestales, y una diversificación en los medios de vida, asociado a otros productos forestales, tanto maderables como no maderables.
Adicionalmente, también es posible apreciar poca intensidad de deforestación en las Áreas Naturales Protegidas (ANP); durante el periodo de análisis, se detectaron cambios dentro de las ANP aproximadamente 0.0005% del total de su superficie en este estado.
Otra acción efectiva es la presencia de instrumentos de política pública forestal como es el caso del programa por Pago por Servicios Ambientales (PSA) que implementa la CONAFOR. Este programa ha ayudado al fortalecimiento de la organización comunitaria y regional, dadas las relaciones colectivas para fomentar la gestión sustentable del territorio. Asimismo, ha estimulado a diversos ejidos de la entidad a establecer áreas de conservación dentro de sus territorios, reduciendo significativamente las amenazas y favoreciendo el mantenimiento de la selva a partir de acciones colectivas en el uso y apropiación del territorio.

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Fotografía ejidatarios y manejo forestal. Año 2019
Con esta información se confirma que, las acciones de impulso a la gestión y cuidado del bosque mediante el aprovechamiento sustentable en manos de los ejidos y comunidades, así como las Áreas Naturales Protegidas y el programa de Pago por Servicios Ambientales, han sido mecanismos efectivos para contener la deforestación, con beneficios no solo económicos, sino también culturales, ambientales y sociales.
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